Jordi Flores Doctor Flo
Os disponéis a leer el libro con más faltas ortográficas jamás editado. Me lo imagino rodeado de alumnos descubriendo y marcando en rojo las aberraciones lingüísticas. Invitados a hacerlo, lectores. Plagado de errores gramaticales, sintácticos y de puntuación es un claro ejemplo de cómo escribimos a principios del siglo XXI.
El lenguaje es un fenómeno vivo. Aquí la incorrección es una licencia artística.
No es poesía, no es prosa, es conceptual. Imaginación al poder, la clave de bóveda.
El análisis psicológico, la reflexión y la expresión del universo femenino son el hilo conductor.
Se trata de un relato espistolar. Hace unos años las cartas de amor eran largas y escritas en papel, ahora ya no. Escribimos en corto y en virtual. El objeto material desaparece. Todo cambia muy deprisa. Ya no escuchamos canciones de 3 minutos. Prestamos atención a los 30 ó 45 primeros segundos y saltamos al siguiente skip de nuestro dispositivo móvil. Las compañías discográficas han tomado buena nota de este fenómeno. Y si un vídeo de la red adivinamos que dura más de un minuto quizá siquiera lo miramos. Vivimos en la sociedad del consumo rápido e inmediato, por suerte o por desgracia.
El pasado 2012 se celebró el vigésimo aniversario del SMS. Esta tecnología ha sobrevivido intacta a lo largo de dos décadas y se ha convertido en una vía de comunicación imprescindible. Durante 2011 se enviaron más de 7 billones de mensajes, lo que supone que cada segundo se recibieron 193.000 SMS en todo el mundo. Llevamos pues, desde 1992, diciéndonos cosas mediante esta innovadora manera de redactar que bien podría afectar a los diccionarios del futuro.
Según la Wikipedia, SMS (Short Message Service) es en inglés el acrónimo de servicio de mensajes cortos de texto para teléfonos móviles, teléfonos fijos y otros dispositivos de mano.
Estáis a punto de entrar en una historia de amor, sexo, feminidad, desamor, reconciliación, posesión, obsesión y dominación, a ráfagas de 160 caracteres.